martes, 12 de febrero de 2013

Más cursi que el algodón de azúcar.

-¿Otra vez pensando en él?
-¿Y cómo no pensar en él?
-Pues... no sé... yo solo digo qué
-¡Silencio! No puedo, no debo y no quiero. Puede que se sea lo "adecuado" para mí, para mi interior, pero vivimos en una sociedad donde nos preocupamos poco de nuestra salud. Bebemos siendo menores, en ocasiones damos unas caladas, nos pasamos delante de una pantalla cada día, no miramos lo que comemos ni lo que bebemos, no nos preocupamos por nuestra salud. Y yo me pregunto cada noche, mientras estoy tumbada en mi cama ¿por qué debo olvidar algo que en el pasado me hizo feliz y ahora, en el presente, también me hace feliz? Sí, he llorado, he gritado ¡maldita sea! hasta he golpeado paredes y espejos, pero sabemos porque era, lo necesitaba, para mí, en ese momento él era mi gran pilar, era el que ahuyentaba a los monstruos que venían por mí, y cuando ves que existe una gran distancia entre esa persona, ves que no siente tu ausencia, que ha llenado tu hueco con otra persona mejor que tú, que ya no tendrás más tontas palabras, ni quedarás más con esa persona, eso duele, duele mucho. Pero ¿sabes qué? llega un momento que dejas en pensar en ti, en ponerte como victima a ti misma, a no echarle la culpa, a entenderlo todo. Ves que antes decías solamente tonterías, que no te paraste a pensar y a ver las cosas.
-¿Aún pensando en él eres feliz? No sé como eres capaz, la verdad.
-Es fácil, él no me hizo daño queriendo, yo no me alejé queriendo. Fue algo raro, fue distinto  pero nadie tiene la culpa. Y miento si digo que no quiero ir, darle un toque en la espalda y empezar a hablar con él, a decirle "perdón" no sé porque, pero se lo diría.
-Díselo.
-No.
-¿Por?
-Por miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario